miércoles, 3 de noviembre de 2010

Al despertar

Los olores tienen del sentido lo fundamental del alma, las palabras nos definen y siembran en el aire un rastro de nuestro propio aroma.

Ante circunstancias trascendentes, no hay religiones, banderas, ideologías, solo la esencia de nuestro actuar y decir, imborrable secuencia de nuestros trayectos.

Y los medios no magnifican los olores, de tus palabras aisladas y aturdidas de pensamientos coorporativos, solo nos alcanzan dejos de fuerte odio, intransigente. Porque no estuviste con la gente, porque tampoco estás, y porque seguís pensando que la reclusión en una silla de alguna redacción, en un taburete de algún bar, en la soledad de tus fétidos olores, es más importante que el bello aroma de almas en reunión.

Lo instintivo de este sentido, tan profundo como el velar por quien camina junto, deja entrever el camino que te queda recorrer para alcanzar la realidad, es que tanto en uno como en el otro, tampoco existen colores ni posiciones, solo el respeto y el sonar de tus precisos pasos.

Ni tu bella retórica, tus vacías razones, ni discusiones pueriles, tienen sentido, sin la esencia, el instinto y el sentido, al que llega el pueblo con sus latidos al unísono.

Aromas ricos, de juventudes ricas.