domingo, 4 de julio de 2010

Sobre la importancia de la palabra oposición.


Con ganas de subir algo a mi nuevo blog, busco en Google algún sinónimo de la palabra opositor, con el objeto de escribir sobre alguna idea que al haber dejado de lado en este preciso instante, no puedo recordar.

Aprovecho este olvido, para comentar, que al arrojar la búsqueda, encuentro que la mayoría absoluta de resultados pertenecen a títulos de noticias publicadas en ediciones de diarios Argentinos.

¿Desde hace cuanto la palabra “oposición” habrá tomado un lugar tan importante en la agenda de la opinión pública?

La definición en el diccionario online wordreference, otorga diferentes acepciones del término, la ubicada en el cuarto lugar dice así:

“…Grupo que representa una postura contraria a la de los que se encuentran en el poder o dirigen un gobierno, partido, empresa, etc.: el partido de la oposición criticó duramente la política económica del Gobierno…”

Para corroborar la definición encontrada, busco también en el diccionario de La Real Academia Española. Tampoco obtengo ninguna acepción de las que yo esperaba, referida posiblemente a la oposición física de dos cuerpos, sino que para anular la sorpresa, encuentro más atractiva la politización del término.

La carga de significado de la cual esta provisto el término, tiene dos vértices. Por un lado designa la exclusividad de la palabra a minorías que de alguna forma impugnan las decisiones de un gobierno, y por el otro la enfatiza como “contradicción o resistencia a lo que alguien hace o dice”.

La aceptación de que las minorías son siempre las que se oponen a algo establecido, lleva implícito el hecho de que las mismas solo dejaran de ser oposición al transformarse en una mayoría, o correr el peligro de permanecer en forma letárgica por siempre.

El ideal es que la diferencia entre el movimiento y la quietud sea dada por la generación de alternativas constructivas y no por la negación de “lo dicho o hecho” por otras fuerzas o medios. La existencia de un grupo de estas características también supone la participación activa y política de algún sector de la comunidad.

Encuentro entonces dos grupos opositores en la actualidad política argentina. Dos sectores, que pueden ejemplificar de alguna forma la diferencia entre el movimiento y la quietud, las dos acepciones del termino oposición.

En la esquina derecha, las fuerzas político-mediáticas que se apropian diariamente de los dispositivos de esta empresa, reorganizando la referencia de la palabra hacia un grupo de políticos empecinados en ver caer a una figura, dejando de lado la importancia de oponerse a una idea, y personificando su poder opositor.

En la esquina izquierda, grupos de personas, asociaciones civiles, movimientos de protesta legítimos, cooperativas de trabajo, familias, etc. Que haciendo flexibles los limites del término, se oponen diariamente mediante la asunción de un hábito social desinteresado, no a una persona o institución, ni a una idea o hecho, sino a la realidad.

Estos últimos, apropiándose de la palabra oposición, significada por lo que baja del discurso hegemónico, transforman lo viejo y constante en nuevo, resignificando el término para cargarlo de sentido real, social y activo.

La dialéctica entre estas dos fuerzas, que batallan intelectualmente para ganar de formas diferentes la realidad a partir del lenguaje, genera cambio y movimiento. La posibilidad ilimitada y universal del poder crítico de las minorías de transformar lo que viene desde arriba como establecido en algo nuevo, emerge inductivamente para plasmarse en la sociedad como una alternativa.

Dos formas de encontrarse con los términos que construyen lo social. Apropiación acrítica o prácticas de producción de sentido. Aceptación de lo real o transformación activa. De ahí la importancia del trabajo social de resignificación de los términos a partir de la práctica.

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